Mantenerse de pie por dentro
Un
hombre y su hijo pequeño entraron en una tienda de juguetes donde había una
bolsa inflable de boxeo en forma de hombre. El muchacho golpeó al hombre
inflable, el cual se inclinaba y de inmediato se volvía a levantar después de
cada golpe. El padre preguntó a su hijito por qué el hombre se volvía a levantar. El
niño pensó
durante un minuto y luego dijo: “No lo sé, creo que es porque está de pie por dentro”. A
fin de estar “del todo dispuestos”, necesitamos “estar de pie por dentro”,
“venga lo que venga”.
Qué tanta importancia tendrá la familia que
cuando Dios creó a Adán dijo: "No es bueno que el hombre esté solo",
ese es el origen de la familia, esta existe para que el hombre no esté solo. Y
eso es muy cierto, a pesar de todos los anti valores que giran alrededor de
ella con el fin de distorsionarla y desprestigiarla. Por eso, hay que cuidarla
y proteger el contexto original.
Es la familia el medio por donde Dios protege a
la humanidad. En ella debe preponderar la santidad. La misión de esta es que
las personas de la familia estén seguras.
Muchos de nosotros, los que llegamos a un grupo,
vinimos de una familia disfuncional, familias en las que por diversos motivos
se perdió este propósito fundamental. Familias que perdieron el rumbo, familias
que tienen una historia que explica su situación actual.
Cuando llegamos al grupo lo que pretendemos es
rediseñar nuestra historia, entender los procederes familiares y perdonar, solo
quien logra perdonar logra superar. La familia tiene una historia que justifica
su actuar pero hoy tenemos la oportunidad de conocer otra historia, el nuevo
comienzo.
Mi familia tiene su historia, mi padre se fue de
casa cuando éramos unos bebés, su alcoholismo explica su forma de vivir. Yo lo
idealicé mucho en su ausencia, me dolió y afectó mucho no poder conocerlo y
estar con él. Siempre que había actividades escolares en las que participaban
los padres yo entraba en depresión y me imaginaba ser mis compañeros, gozar del
abrazo y una sonrisa de aceptación. Nunca lo dije, este sentimiento creció
dentro de mí y ahí estuvo siempre… hasta que llegué al grupo.
Mi madre fue una mujer que tuvo que cumplir
todas las obligaciones de un padre, ella luchó siempre porque tuviéramos lo
necesario, sacrificó su juventud por hacernos la vida mejor, con sus recursos.
Ella también extrañaba a mi padre odiándolo. Se expresaba así: “Tu padre se
largó y nos abandonó. Nunca nos ha dado un solo peso. Nunca supimos nada de él.
Era un mujeriego irresponsable. Ni se ha de acordar de ustedes”. Luego
volteaba, se me quedaba viendo y me decía: “Cómo te pareces a tu padre. Eres su
vivo retrato. Ojalá no seas como él”. Yo no sabía si parecerme a él era bueno o
malo, solo callaba y sentía un orgullo: Me parezco a mi padre.
Al
dedicarse a trabajar mi mamá, sufrimos de la ausencia de los dos. Que feo era
llegar a una casa vacía, donde nadie te recibía, donde solo te encontrabas con
los demonios te tus miedos y con los actos que como hermanos solos tuvimos que
vivir, que nunca hablé, que solo guardé… hasta que llegué al grupo.
Mi madre sufría nuestras conductas,
principalmente las mías, era rebelde, desobediente, berrinchudo y
constantemente me la pasaba en la calle, me iba de pinta de la escuela y me
refugiaba en los balnearios, en los parques, conociendo nuevos amigos con los
que identificábamos nuestras vidas y, nuestras carencias, guiaron nuestras
acciones.
La familia fue perdiendo rumbo, nuestra familia
se extravió y fue muy poco lo que se pudo hacer para recuperarla. Nadie fracasa
solo, siempre sucede con alguien a nuestro lado, sucede lo mismo con el éxito.
Las malas noticias fueron parte del hábito
ordinario, detenciones, golpizas, reclamos, heridas, etc.
Destruir los lazos familiares no sucedió de la
noche a la mañana, llevó tiempo; la familia aguanta mucho pero al final muchos
se cansan de luchar.
No me imagino lo que hubiera sucedido de
nuestras vidas si las puertas de mi amado grupo no se hubieran abierto a mi
necesidad de respirar otro aire, a ver otros ejemplos, a conocer a Dios
encarnado en la figura de otro como yo. No lo niego, fue muy difícil; hoy
mismo, cuando miro atrás me sorprendo ver que pude quedarme, no me felicito,
no, más bien agradezco a esos viejos amigos que hicieron todo, dieron todo
porque me quedara, algunos hasta su vida misma.
A partir de mi llegada las cosas cambiaron, la
vida se ve distinta desde la óptica de un corazón rehabilitado; estudios,
compromisos, servicios, viajes, nuevos hábitos. Desgraciadamente, mi familia no
pudo luchar pareja para seguir juntos. De donde vengo no había grupo para
familiares, mi familia no tuvo esa oportunidad que muchos tienen, y algunos más
la tienen… y no la aprovechan.
Yo no pude regresar a mi tierra natal, si lo
hacía corría el riesgo de reincidir. Un día tuve que verme en la encrucijada de
elegir: “Me regreso a Oaxaca, lucho por mi familia, dejo mi grupo y me arriesgo a reincidir o…
dejo a mi familia y escribo una nueva historia”. Ruego disculpas pero decidí
por la segunda opción. Mi familia no cambió, desgraciadamente, ellos tenían
motivos para ser como eran; yo, ahora tenía nuevos motivos para hacer otra
historia.
La familia debe entender que la enfermedad no es
solo del adicto, el síntoma de la enfermedad se manifestó en él pero la
enfermedad está incubada en toda la familia. Todos necesitan ayuda, iniciar
procesos. ¿De qué sirve que el adicto cambie si todo lo demás sigue igual?
La familia sigue igual, el único loco… está más
loco, loco de alegría, de sobriedad, de esperanza… de vida.
Conoce el agua que lo ha cambiado y bebe de
ella, las cosas cambiarán, no importa qué tanto, lo que importa es que suceda
un cambio que le dé motivos a la amada familia para seguir luchando.
José
Luis Santiago.
muy buena josé luis santiago
ResponderEliminarBuena decisión... Nunca retroceder 👏👏🙏🙏
ResponderEliminarGracias por darle luz a mi vida.
ResponderEliminarParecía que hablaban de mi, bien dicen somos los mismos actores en diferentes escenarios, gracias por compartir
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