¿Por qué necesito a Dios en mi vida?
"Para
muchas personas la necesidad y la importancia de Dios,
dura
el mismo tiempo que la urgencia del problema"
(Pedro A. Gómez Ruzzo)
Nuestro hermoso programa
nos va llevando de la mano hacia poder aceptar y comprender la necesidad que
tenemos de un Poder Superior; primero deberíamos aceptar que somos incapaces de
gobernar nuestras vidas, ya que éstas están llenas de resentimientos, de miedos,
de complejos, de inseguridad, de soledad, de tristeza; y son estos estados
perversos los que "guían" nuestros actos, nuestras decisiones. Por lo
mismo hemos vivido en un mundo plagado de fracasos, de dolor. Cuando estamos
recién llegados (y también después, mucho después) nos cuesta trabajo aceptar
la ayuda de cualquiera que nos enfrente a nuestra forma equivocada de vivir y
de enfrentar la vida, a pesar del fracaso, casi total, seguimos creyendo que
podemos solos y nos resulta casi imposible exhibir nuestros recuerdos y
pensamientos, nuestros actos y sentimientos, pero si no lo hacemos es nuestra
felicidad y muchas veces la de aquellos que nos aman la que ponemos por aval,
como garantía, y de la cual hace algún tiempo ya no somos dueños.
Es necesario pues empezar
a hablar de todo lo que existe en nuestro entendimiento, sin este paso, resulta
casi imposible recibir ayuda. Es necesario, a través de la palabra, dejar salir
el dolor para que a través de la misma palabra (la de nuestros compañeros)
pueda entrar a nuestras vidas la cordura, es ahí donde Dios comienza a trabajar
con nosotros, semejante a un cirujano que ocupa instrumentos (los compañeros)
para limpiar el cáncer que nos consume. Puede ser doloroso, pero profundamente
necesario, porque este dolor ya no es el síntoma de la enfermedad, sino signo
de que estamos sanando.
Es después de este paso,
donde empezamos a descubrir que la dependencia de Dios, más que una urgencia es
una necesidad, empezamos a descubrir que no hay obligación, sino más bien
deseo, porque para nosotros los enfermos nuestra relación difícil con un Poder
Superior es en mucho lo que origina nuestra forma de vivir; ya que hemos visto
a Dios desde nuestra percepción defectuosa, hemos percibido un Dios muy
semejante a un padre alcohólico e incongruente, que castiga y exige, pero no
da, no ofrece nada, da amor a cambio de obediencia, nuestra relación con Dios
se ha prostituido; por esa razón creemos que no merecemos el amor y en nuestra
rebeldía hemos pagado un precio muy alto por una falsa libertad. O bien hemos
visto a Dios como una madre sobreprotectora que solo existe para complacer
nuestros deseos, y cuando estos no se cumplen, nos comportamos haciendo
berrinche, gritando y llorando hasta que Dios ceda a nuestros deseos.
La disposición se vuelve
ingrediente fundamental del proceso, D.A. no nos pide que creamos en nada,
solamente que estemos dispuestos a vivir de manera diferente, comprendiendo lo
que nuestra vida ha sido hasta este momento, sin ayuda, sin gobierno, sin
alegría.
Dice Umberto Eco: "La risa mata
el miedo, y sin miedo no puede haber fe. Pues sin temor al diablo, no hay
necesidad de Dios".
Para quien la razón de su
fe es algo así como un antídoto al miedo, su forma de vivir siempre estará
plagada de exigencias, su dependencia a Dios será igual que la del niño que en
medio de la noche se aferra a su crucifijo para que lo proteja de peligros inexistentes,
que solo están en su imaginación, porque esta criatura vive y siente lo que su
imaginación le indica. Ha perdido el sentido de la realidad, no sabe de fuerza,
de pedir ayuda, no puede comprender que el peligro es creado por su
pensamiento. Así muchos de nosotros vamos por la vida, viviendo un Dios que nos
dé lo que pedimos y cuando nuestra petición no se cumple, igual que un niño
hacemos rabieta y a todo pulmón gritamos que Dios no escucha, no ama, no
existe. En otras palabras nos alejamos de Dios por inmadurez, por ignorancia,
por la ausencia de un conocimiento profundo y real de quienes somos, "tú vives
como piensas en Dios".
Decía Nietzsche: "El hombre en
su infinita soberbia, ha creado un dios, a su imagen y semejanza". Francisco
de Asís decía: "¿Quién
eres tú? ¿Quién soy yo?". Nuestro entendimiento de Dios
depende mucho de cómo vivimos, de cómo nos presentaron a Dios. Por eso es
necesario entender a Dios desde el amor, desde la Buena Voluntad, desde Dios,
no desde nosotros mismos. Este Poder Superior al contrario de lo que muchos de
nosotros creemos no financia el amor a cambio de buenas obras, no cumple
caprichos. No te pide que te acerques para que Él sea feliz, sino todo lo
contrario, te invita a dialogar, solo a través del diálogo se puede dar una
relación sana. Quizás hoy odies a Dios por lo que te enseñaron, qué te parece
si hoy te presentas, dialogas y decides. Porque solo en este diálogo vamos a
conseguir el gobierno de nosotros mismos, no desde la ley, desde la obligación,
sino desde el amor, "desde un contacto más consciente con Dios".
Dios bendiga
tu familia y tu trabajo.
Con cariño.
Israel
Cervantes.
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