AMOR DE MADRE.





Resulta complicado hablar del amor de madre, es que, en estos tiempos los valores morales y éticos, parece que los determinan más los deseos y las pasiones que la razón; la lucha por los derechos de los grupos minoría, más que sustentarse en la parte racional transcendental del ser humano, se sustenta más en filosofías existencialistas y materialistas.  De tal manera que el sacrificio en aras del bien del otro –hablando del amor de madre-, se ha relativizado, por lo que, para hablar del amor de madre, me voy apoyar en un texto bíblico, el cual he elegido porque en él veo un espejo de lo que es y puede ser el amor de madre; es evidentemente que lo escrito es y será siempre, más experiencia que conocimiento producto de la reflexión pura.
“El amor es paciente, es servicial; el amor no tiene envidia, no es presumido ni orgulloso; no es grosero ni egoísta, no se irrita, no toma en cuenta el mal; el amor no se alegra de la injusticia; se alegra de la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera." (I Corintios 13, 4-7)
Este amor de madre que conocí y he conocido es de la madre; antes de seguir quiero hacer una aclaración, porque es posible que en la relación que tenemos con la madre, en algún momento, como decimos, perdió los estribos, y para muchos esto puede ser una justificación; entonces, dice nuestro cuarto paso cuando habla de cómo los instintos naturales descoyuntados nos ocasionan graves dificultades, y que no hay nadie por más bueno que sea excepto de esto; esto es, que todos, absolutamente todos cometemos errores, pero lo que aquí quiero compartir no son los errores de la madre o de mi madre, sino lo que para mí es la esencia de la madre: el amor.
El amor es paciente. Cuando se habla de que el amor es paciente, se refiere a la virtud de la paciencia, el diccionario de la RAE dice al respecto de la paciencia: “Facultad de saber esperar cuando algo se desea mucho”. ¿Qué es lo que desea una madre para su hijo? Mi madre constantemente me decía: ¡hijo, yo no te pido nada para mí, solamente quiero que seas feliz! Es decir, el gran deseo de una madre es que su hijo sea feliz, no quiere otra cosa, no desea cosas materiales, lujos, viajes o cosas de ese tipo, que seguramente alguna mujer las desea, pero el deseo mayor de la madre para su hijo es que sea feliz. Cierto que hubo momentos en los que mi actitud negativa hizo que mi madre sacará a relucir lo peor de ella, pero lo que sé y lo sé porque ella me lo confesó y lo sé ahora como padre,  es que ella esperaba y creía que algún día yo entendiera que estaba equivocado en mi actuar. Parece, pues, que la madre no se cansa de esperar el gran día, el día que en su hijo el descarriado, retome el camino del bien, ella siempre lo supo y siempre lo creyó así, esperó pacientemente, y ese día, en un momento llegó.
El amor es servicial. Si de alguien, nosotros los enfermos, podemos aprender  acerca del servicio es de la madre, para la madre, casi, y si digo casi, es por si hay alguna madre que estando enferma no se ocupe de atender a sus hijos. La madre trabaja las 24 horas del día los 365 días del año, no tienen descanso, se cansan, claro que sí, pero antes de atenderse ellas, prefieren atender a sus hijos. De mañana, de madrugada, de noche, de tarde y, a cualquier hora la madre siempre está dispuesta a servir a sus hijos. Si está trabajando y le llaman de la escuela deja el trabajo y va a la escuela a ver qué pasó con su hijo; si está con sus amigas y le llaman del trabajo de su hijo, deja a sus amigas y va al trabajo, esté con quien esté, esté haciendo lo que esté haciendo, lo deja todo. Recuerdo a mi madre tantas veces que seguramente le dijeron: señora Mere, su hijo está tirado en tal lugar, y ella iba a levantarme para llevarme a casa, o la veces que de madrugada iba a verme al cuarto donde me drogaba para ver si yo estaba bien; o de la veces que me curaba mis heridas físicas, o esas veces de la cárcel, en fin, su amor siempre fue de servicio.
Ya dentro del grupo, esa vez le llamé por teléfono y le dije: “mamá, arréglate y paso por ti para ir a desayunar”, pasé por ella y nos fuimos a un restaurante, ya en el lugar yo le pedí su desayuno, y luego una bebida y luego una fruta y luego un postre, yo veía que ella se tomaba y comía las cosas como con gusto; al terminar la pasé a dejar a su casa, ya por la noche, le llamé y le dije: “mamá, ¿Cómo estás? Mi pregunta tenía que ver con lo que yo esperaba oír, pues bueno, que me dijera, hijo muchas gracias, me la pasé muy bien contigo o cosas de ese tipo; pero no, me dijo: ¡hay hijo, me siento muy mal de estómago! Pero por qué le dije; pues es que comí mucho y me hizo daño; pero mamá, por qué no me dijiste que no querías comer todo lo que te pedía; pues no quería que te fueras a enojar porque no quería comer, me dijo. Entonces, la madre siempre está dispuesta a hacer lo que sea por su hijo, hasta enfermarse del estómago por comer tanto para complacer a su hijo, ja, ja, ja.
Mi suegra, q.e.p.d., aun con sus enfermedades del cáncer, la diabetes y otras más, con dificultades se movía de una lado a otro con la ayuda de una andadera, cada vez que llegaba con mis hijos sus nietos, poniendo buena cara, se disponía a prepararles la comida que a ellos les gustaba; si le decíamos que no lo hiciera, se molestaba, es que su amor era más grande que sus enfermedades, siempre actuó así, no le importaban sus dolores, siempre estuvo dispuesta a servir a los demás. Es que, el amor de una madre no tiene límites, porque las barreras las rompe el amor de una madre.
El amor no toma en cuenta el mal. El amor de madre no le da mucha importancia al mal que los hijos le podemos causar, podemos cometer todo tipo de atrocidades, pero ningún acto determina su amor por sus hijos. La madre siempre ama, y ama incondicionalmente. Tantas veces le robé sus cosas materiales a mi madre, tantas veces le mentí, tantas veces la engañé, tantas veces le reclamé y le eché en cara culpas que no eran de ella, pero, nunca dejó de amarme, siempre estaba atenta a mis necesidades. Es que, al parecer, el amor de madre, no tiene ojos para ver el mal que los hijos causamos, porque ellas, las madres, siempre ven lo que es posible, es decir, siempre ven posibilidades y no dificultades.
El amor no se alegra de la injusticia. Por muy pequeña que sea la injusticia, una madre, bueno, mejor dicho mi madre, siempre estuvo en contra, no recuerdo un momento en que me diera un mal consejo como: si puedes róbale al otro, si puedes copiar en la escuela hazlo, si puedes abusar del débil abusa; no, nunca fue así, por el contrario, siempre la recuerdo diciéndome: respeta a los demás, no abuses del débil, no robes y no saques ventaja de nada, sí, siempre me enseñó a ser justo con los demás; les contaré una experiencia brevemente; en una ocasión cometí un…pues, robo, si, buscaba una palabra que no se escuchara mal pero, la verdad es así, desnuda. Esa vez no sé qué me pasó, después del robo entré a una tienda comercial,  compré bastante despensa, tomé un taxi y llegué a la casa gustoso, ahora si me iban a dar una buena, pensaba; cuando estaba bajando las bolsas de despensa del taxi casualmente salió mi madre y me dice: y eso que es, pues le traje algo le dije; no quiero nada de eso, seguramente es dinero mal habido, aquí en mi casa no entra nada robado, prefiero comer frijoles pero de una manera honrada, me dijo; me fui con mi despensa a llevarla a otro lugar donde si aceptaban la injusticia.  
Es bueno aclarar que la justicia no es solamente darle a cada quien lo que merece o lo que es justo, sino que la justicia tiene que ver también con una actitud de vida en cuestión de cultivar las virtudes, que hacen del hombre una persona de bien actuar. Una madre, con frecuencia no se alegra de que su hijo cometa alguna maldad o atrocidad, por el contrario, el amor de una madre se alegra siempre con la justicia.
El amor se alegra de la verdad. Considero la verdad como el juicio que no se puede negar racionalmente, como eso que es porque lo verifican los sentidos y la mente. El amor de madre siempre se alegra con la verdad; recuerdo a mi madre que tantas veces me decía, si la gente te va a querer, que te quiera como eres, no andes presumiendo lo que no eres y lo que no tienes, realmente me estaba invitando a vivir la verdad, es decir, ser yo.
La verdad en el amor de madre tiene que ver con que su hijo esté bien y le vaya bien, no, no es una fantasía y menos una exigencia, parece que la madre sabe bien que quien vive la verdad siempre le va bien. Por eso la madre se alegra con que a su hijo le vaya bien porque sin saberlo, sabe de la verdad y se alegra con ella. Para nosotros esto no debe resultarnos extraño y menos raro, porque sabemos bien que el honesto, es decir, el que vive la verdad, siempre le va bien, por el contrario, el deshonesto, es decir, el que no es él sino que trata de disimular, ocultar o imitar lo que no es, casi siempre le va mal porque vive en la mentira. 
El amor de madre se alegra con la verdad, porque la verdad es sinónimo de bienestar emocional, espiritual y material.
El amor todo lo perdona. El amor de madre todo lo perdona, no sé, es posible que  exista una madre, que se niegue a perdonar a su hijo por algún daño causado, de verdad, no lo sé, mi madre todo me perdonó; como decía en párrafos arriba, le robé tantas veces, le causé daño físico, emocional, sentimental y material, la verdad es que durante muchos años le causé daño, pero la vez que le pedí perdón por el daño que le causé tantos años me dijo: cómo no voy a perdonarte si eres mi hijo; si supiera de letras y de poesía y de esas cosas, mi madre seguramente me hubiera dicho: como no perdonarte si eres sangre de mi sangre, si eres huesos de mis huesos, como no perdonarte si mi vientre fue tu morada por nueve meses, como no perdonarte si antes de que estuvieras en mi vientre estabas en mi corazón; como no perdonarte hijo mío, si Dios te entregó a mí para amarte y perdonarte siempre, como no perdonarte hijo si nací para amar. ¡Ah, el amor de madre!, no hay en la tierra amor más grande que el amor de una madre.
El amor todo lo cree. Aun con el dinero en la mano que le había hurtado a mi madre y ella frente a mi diciendo: hijo, por favor, si tomaste el dinero regrésalo porque es para pagar la luz o algo así; no madre, yo no lo tomé y ella –mi madre, me creyó; es que el amor de madre ve cosas que los ojos no pueden.
Ya no me voy a drogar, ella lo creyó; ya me voy a portar bien, ella lo creyó; ya voy a ponerme a trabajar, ella lo creyó; ya voy a alejarme de esas malas compañías, ella lo creyó. Siempre creyó en mí, es que, el amor de madre, parece que no es capaz de ver el mal de sus hijos, parece que las madres solamente pueden ver cosas buenas. De verdad es que, empiezo realmente a creer que las madres, Dios las hizo con un material diferente.
El amor todo lo espera y el amor todo lo tolera. El amor de madre es un amor de esperanzas, porque la esperanza es como dice el diccionario de la RAE: “Estado de ánimo que surge cuando se presenta como alcanzable lo que se desea”. Como decía en párrafos arriba, el mayor deseo de una madre es que su hijo drogadicto, algún día se libere de esas cadenas que le provocan tantos sufrimientos. Cuando me fui de fugas geográficas, fuera y dentro del país, dicen que mi madre cuando le preguntaban por mí, ella decía: luego regresa. El amor de madre lo espera todo, y todo es todo, pero su espera no es una espera pasiva, sino activa, su espera es de estar ahí orando, soñando, haciendo, pidiendo, luchando y esperando pacientemente lo que venga. El amor de madre todo lo soporta, soporta sufrimientos, el amor soporta traiciones, el amor de madre soporta hambres, a la madre no le importa no comer con tal de que su hijo coma, ese amor lo tengo presente de mi madre. El amor soporta lo que es insoportable para un ser ordinario, recuerdo que una vez mi madre se fue al puerto de Acapulco a buscar a uno de mis hermanos, alguien dirá, bueno eso no es nada extraordinario, pero si consideramos que mi madre no sabía leer ni escribir y que además, no tenía alguna dirección a donde ir a buscar a mi hermano; simplemente se fue, porque le habían dicho que su hijo estaba en Acapulco, y así se fue, sin saber a dónde, ya me la imagino preguntando: oigan no sabe alguien donde vive un hombre güero de nombre tal que vivía en Cuautla. Lo extraordinario no es que aun así se haya ido a buscarlo, sino que sin tener una dirección y no saber leer lo encontró, ¿cómo? El amor de madre.
El amor de madre lo soporta todo, y cuando se dice todo es todo, soporta hambres, dolores, soporta ingratitudes de los hijos, soporta señalamientos y críticas; el amor de madre lo cree todo, no duda de su amor, cree y ve lo que otros no pueden ver y creer; el amor de madre es donación pura, la madre no dona o da, no, la madre se dona así misma a quienes ama; el amor de madre no sabe de egoísmo, jamás busca su propio bien, siempre busca el bien de los hijos; el amor de madre no se jacta de amar, por el contrario, casi siempre se siente en deuda con sus hijos, como si no fuera suficiente todo lo que ha hecho. No, no niego que algunas madres se equivocaron, pero si algo puede justificar esas equivocaciones, es que todo lo hicieron por amor, es decir, todo lo que las madres quieren para sus hijos es lo mejor; no creo que haya una madre que quiera que sus hijos sufran o que sean unos fracasados o drogadictos, por supuesto que no, la madre siempre quiere lo mejor para los hijos. Creo que en su propio amor de madres ellas encuentran el camino que, seguramente las llevará con nuestro Dios.
Bendita madre que Dios te confió el arte de amar.
Bendita tú que con tu manera de amar nos muestras un poco el rostro de Dios.
Bendita madre que en tu vientre guardas el misterio de la vida.
Bendita tú, madre, que defiendes la vida aun cuando el mundo te insiste en que mates al amor.
Madre bendita, cuando el final de tus días lleguen, que tu amor sea el puente que te lleve directo con nuestro padre Dios.
Con respecto y cariño para todas las madres del mundo: Artemio Manzano


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