Sala
de juntas, corazón que cambió mi vida.
Cuando llegué al grupo me
dijeron que la sala de juntas significaba mucho, que es donde voy a salvar mi
vida, al principio se me hizo sorprendente pero a medida que fui escuchando en la
sala lloraban, reían, trasmitían sus experiencias de dolor y de superación, me reflejaba e infundía mucho respeto. Al
principio no lo entendí, mi líder decía que la sala es como un hospital donde
se estaban salvando vidas, a mí se me hacía como ilógico. Pero cuando me
dijeron que yo venía muerta espiritualmente y que a través de estar en la sala
voy a practicar los Doce Pasos espirituales que me van a ir reviviendo. Que
solo hablara mis experiencias, ya que de esa manera iba a darme cuenta qué fue
lo que me llevó a vivir en mi soledad, en mi amargura, en mi gran vacío, en mis
complejos y lo que me llevó a alejarme de los demás, sintiendo que no le importaba
a nadie. Al irlos hablando fui sintiéndome libre, fui aprendiendo que se vive
diferente sin drogas y que el haber hablado tanto sufrimiento mi vida fue
cambiando, poco a poco; en la sala aprendí a que es mejor perdonar que odiar.
Aprendí que es mejor servir que ser inútil, que es mejor preocuparme por otro
ser humano que ser egoísta y lo más importante que si DIOS me ama yo tengo que
amarme.
Mi líder me enseñó que la sala es el corazón que nunca
debe dejar de funcionar y es el lugar que siempre se debe respetar. Y la verdad
lo empecé a comprobar cuando en esa sala se compartían aniversarios, era
impresionante también cuando llovía, también se ocupaba la sala para los
convivios y se veía lo emocionante de siempre compartir tantas y tantas
experiencias, también se hacían los convivios de los sábados, con concursos de
caras y gestos y también se llegó a ocupar de comedor, donde, cuando había
tantas carencias, todos nos juntábamos en la sala para cenar y es donde mi vida
empezó a sentir la hermandad, empecé a sentir ese sentido de pertenencia, es
donde empecé a sentir cómo latía mi corazón de emoción cuando cantábamos la
canción de Amigo de Roberto Carlos,
cómo olvidar tantas y tantas experiencias de mucho dolor y de mucho
sufrimiento.
También
en la sala vi las juntas que se organizaban para dar los servicios para los
aniversarios y que dijeran Noemí de buena voluntad con un servicio para el
aniversario y uno contestaba: sí acepto el servicio, de buena voluntad; y que
el coordinador dijera: “Le damos un voto de confianza y un aplauso”, la verdad
me conmovía saber que era útil para algo. Cuando en la sala de juntas en las juntas
estelares el líder compartía un tema que a mí me marcó mucho fue el del perdón,
maravilloso tema.
En
la sillas de la sala no cabíamos y estaba ansiosa de escuchar, de aprender y de
llenarme espiritualmente, no me importaba sentarme en la duela de la sala
porque lo importante para mí era escuchar a esos compañeros de tiempo que me
trasmitieron muchas de sus experiencias para poderme evitar mucho sufrimiento,
y ¡vaya que me lo evité! y me lo sigo evitando.
Quiero seguir aprendiendo de esas experiencias
y quiero seguir respetando esa sala de juntas, que nunca se me olvide que el
líder dice que nosotras las mujeres debemos estar concentradas en esa sala porque
seremos las futuras madres de quienes ya no haya drogadicción.
No
permitamos que por nuestra apatía, indolencia, dejemos que ya no se respete la
sala. He visto que hoy ya hasta se contesta el celular, que uno se está
saliendo de la sala las veces que uno quiera, no dejemos que se pierda ese
respeto al lugar donde uno es escuchado.
No
dejemos que se hable como en otros grupos, que cuando sube un compañero y dice
su nombre todos los demás le contestan y dicen buenas tardes.
Decía
una vez el líder no dejemos que se pierda el respeto a nuestra sala.
Todos
los lugares de una entidad espiritual son importantes pero la sala es la
primordial.
Quiero
agradecer a Dios porque me puso en este lugar donde día a día sigo aprendiendo
a ser una mujer digna, con valores y gracias a esta sala donde me han revivido
por mi egoísmo y principalmente de mi drogadicción y que hoy después de que no
creía en Dios, hoy sé que sin él no soy nada. Agradecerle porque esa sala me puso
un corazón nuevo que cambió mi vida.
Noemy Cruz.
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