El servicio es una escuela para toda la vida.



Cuántas veces no hemos escuchado: “Si yo hubiera llegado en este tiempo no me quedo, antes sí se trabajaba con tu ego, hoy no”, y claro porque cuando hacemos el contraste  de cómo se trabajó y cómo se trabaja nos parece que fue muy fuerte antes que después. A la lejanía de los años, concluyo que a cada quien le tiene que costar, por lo menos a mí nunca me han pedido nada que no pueda hacer. 



Yo llegué un día como tantos casi para terminar la junta de las 12:30 de la tarde, me dio mi junta de información el último compañero que en ese momento cerraba; hasta ese momento lo único que había en mi cabeza eran dudas sobre el lugar adonde había llegado, se me hacía como algún rollo del gobierno, como esos grupos donde te hablan bonito para luego pedirte algo (y por varios días la duda siguió, de quién mantenía económicamente ese lugar), quería voltear en esa junta para ver el rostro de la demás gente, pero mi temor a que se me llamara la atención fue más fuerte. No sé de qué se trató la junta, pero al término de ésta se improvisó la sala de juntas para que se sirviera la comida, el motivo era porque se alistaba el grupo para el aniversario de unos compañeros; yo estaba totalmente sacado de onda porque todo mundo parecía que sabía lo que tenía qué hacer, la relación entre ellos denotaba una camaradería que jamás había visto. Me sentía un extraño, pero ellos mismos me abrazaron y al estilo de DA  me llevaron  hasta adelante de la fila donde se servía la comida, le dijeron al cocinero: “Ráyalo es el nuevito” –esto me desconcertó–, más cuando noté que había  compañeros que se formaron antes que yo para que les sirvieran de comer y este trato preferencial no lo podía concebir.  Lo extraordinario fue que nadie dijo nada, al contrario, todos gritaban: “¡El nuevo va adelante de buena voluntad!”. Sirvieron de comer y al terminar  uno de los chavos que estaba conmigo me dijo algo que también no esperaba: “Oye ¿eres nuevo verdad? De buena voluntad para lavar tu plato”. Yo pensé entre mí: – ¡A caray!.. ¡Chido! Luego escuché al auxiliar y al responsable de albergue gritar un: “¡Cámara, que cámara su servicio de buena voluntad jóvenes!”, Me di cuenta  que todos se pararon bien sincronizaditos y fueron sobre las escobas y los botes, iban y venían pero nadie estaba parado, yo me pegué al chavo que estuvo conmigo desde mi recepción y quise ayudarlo, “no valedor, tú ahorita no hagas nada disfruta que eres nuevo, ya luego ni querrás hacer nada” –me comentó–.  Aun así yo me puse a ayudarlo. Esta fue mi primera experiencia con el servicio y jamás la he olvidado.  



Al momento que llegué lejos estaba de imaginar que todo lo que estaban haciendo conmigo era un servicio para su propia recuperación, no fue por algún interés que no fuera el de devolver lo que ellos habían recibido, y estas frases se escurrían por todos lados: “Cuiden al nuevito para que no se enrolle”, “No lo dejen solo que está tan bruto que se puede caer solo”;  “Hay que tratarlo con algodones porque está como el recién nacido todo le duele”; “El nuevo es como una princesa”; “El nuevo es la sangre renovadora”. Esas frases para mí hoy son afirmaciones, porque es muy cierto cuando llegamos como nuevos no sabemos lo que queremos, simplemente estamos por estar. Y el servicio me ha ayudado en cada momento de mi recuperación; por las mañanas en el servicio el auxiliar me recordaba que estaba viviendo horas extras: “Jóvenes para arriba, otro día más, hay que darle gracias a Dios por lo que hoy tenemos”.  Al levantarme  e ir a checar en la hoja de servicios que estaba pegada en el pizarrón de la sala de juntas, y ver qué servicio te tocó, hacer el servicio y después terminarlo y pedirle al auxiliar que te lo revisara y éste con el clásico sarcasmo del de tiempo te dejara una enseñanza para toda la vida: “Hazlo bien amigo, ¿no te has cansado de ser un mediocre? Como está tu servicio, está tu recuperación”. Así se nos enseñó a servir. Rebelado y todo volverlo hacer para que me lo volvieran a revisar.  Que no sé obedecer porque no sé escuchar, porque para mandar primero hay que saber obedecer. Y lo mejor, el servicio no te lo dio el auxiliar, te lo dio Dios. Y todavía más, lo que aquí aprendes te va a servir para mañana porque algún día te vas a integrar. 



El servicio como la recuperación es una combinación necesaria para todos los días. Desde siempre cada vez que terminaba una junta checamos el servicio aunque estuviera limpio. Lo bueno es enemigo de lo mejor, y las cosas tienes que hacerlas según tu capacidad y si tu capacidad es que te conformes pues que mediocre eres, se nos decía; esto no es para tibios, tibio fuiste toda tu vida y seguir así dentro del grupo, más valdría que te siguieras drogando, va a venir tu mamita a  hacer lo que tú en toda la vida no has querido; lucha por ser un hombre, y no un vividor; esas palabras me dolían pero tienen mucha verdad. 



Pero para todos los tiempos hay. Cuando fui teniendo más tiempo ahora el argumento fue: “Ya tienen que empezar a ser pautas para el que viene detrás de ustedes, comienza a platicar con los nuevos, ya tienes que preocuparte por otro y comenzar a tener un ahijadito. No seas egoísta”. Y es que comienzan a resurgir los moldes del ayer, la desobediencia, querer hacer lo que a uno le place. Por eso siempre estaba la sugerencia de que a ti se te da lo que necesitas no lo que quieres.  Tú quieres estar cómodo sin hacer nada como toda tu vida, pero precisamente por eso fracasaste, por querer hacer las cosas a tu manera y los compañeros saben qué es lo que necesitas y lo que necesitas te lo dan con amor verdadero, amor adulto. 



Veía cómo los compañeros de tiempo se metían a la oficina y me preguntaba: ¿Qué tanto platicarán? ¿De qué hablarán? Imaginaba que estaban resolviendo problemas mucho muy complicados y el morbo o la disposición me hacían querer un día estar ahí, en esas juntas “misteriosas” donde nadie entraba, solo los que tenían que ver con algún servicio. A lo lejos escuchaba un silencio extraño, carcajadas, regaños, salía uno, entraba otro y al final todos con su libreta en mano platicando entre ellos. Un día quiero ser o pertenecer a ese grupo, se me hacía muy complicado por mi inestabilidad emocional, un día pensaba una cosa, otro día otra, pero en fin, solo por hoy –pensaba–. 



Un día me llamó el tesorero del grupo, en aquel entonces era José Villanueva, y me dijo que iba a haber unos cambios, que el compañero que era responsable del servicio de refrescos ahora pasaba a ser auxiliar y que los compañeros se fijaron en mí para que me hiciera cargo de este servicio, me dijo: “Piénsalo bien,  apadrínate porque vas a manejar dinero y para nosotros tu vida es más importante que el cochino y prosaico dinero” –fue toda una formalidad esto que comentó–



Me apadriné y él me preguntó: “¿Quieres crecer?” Le contesté que sí. Se rio y culminó: “Entonces adelante, métete entre las patas de los caballos”. Este fue mi primer servicio en la mesa de servicio, tenía tres meses y medio. Me ayudó mucho con mis complejos y tolerancia, el refresco costaba tres pesos y había compañeros integrados que me pagaban su refresco con billetes de cien, doscientos…, les decía: “No tengo cambio”, no pues es tu bronca a mí me das mi cambio, si te vas con el dinero pues me va a dar gusto decir que ya sé cuánto vale tu vida, tiéndete por mi cambio –respondían–.  Corría a la tienda a comprar para que me cambiaran el billete y escuchar al tendero molesto porque le quitaba su cambio y al regresar quien me había comprado me decía con tono sarcástico: “Qué crees… sí tengo cambio”. Confieso que me resentía, hasta lloré varias ocasiones de impotencia, pero me sirvió. Insisto todo era terapia, todo era trabajar con tu ego, el servicio es para eso. No en balde repiten mucho que el servidor se hace en la sala de juntas y no en otro lado. 



Una tarde lluviosa, melancólica, de esas que todo te recuerda a tu pasado, me llamaron a la oficina, estaba el entonces presidente del grupo y el tesorero, entré y me sentaron frente a ellos y me preguntaron:  “¿a ver muchachón qué trae usted por qué se anda pasando de listo?” ¡Me quedé helado! Los vi y agaché la mirada, me sentí muy avergonzado y contesté nervioso: “No, no sé de qué hablan”. Tú sabes de qué hablamos, o ¿quieres que la mandemos llamar para que te lo diga en tu cara y a ver si así te destapas? –preguntaron un tanto amenazantes–.  “No, yo no me acuerdo que haya hecho algo malo” –casi llorando contesté–. Se levantó José y me dijo la voy a llamar, luego el presidente le dijo: “No, espérate tantito… a ver carnal tú dime, no hay bronca, si me lo dices de aquí no sale, pero si no te alivianas no te la vas a acabar”. Ya en confianza y en ese ambiente, ¡que aflojo! Me aliviané del disturbio con una compañera y de que tomé unos cigarros. Para mi sorpresa que se empiezan a carcajear y me dijeron que el motivo real por el que me llamaron fue para preguntarme si quería el servicio de auxiliar del albergue, pensamos en ti como en otros compañeros pero primero apadrínate y mañana platicamos. 



Me apadriné y tomé la decisión de aceptar. Al otro día me llamaron y me preguntaron: ¿Qué has pensado, si aceptas el servicio? Les dije que sí, su respuesta fue contundente: “Bienvenido a la pesadilla, no sabes en la bronca que te acabas de meter. El servicio es muy bonito tiene muchas satisfacciones, pero también se requiere de mucho sacrificio, el servicio que ahora se te da es para que sirvas y no para que te sirvas de él, primero tienes que checar que la comida esté a tiempo para la banda, así como el baño para cuando se tengan que bañar, que las colchas estén bien limpias para que la banda duerma bien, el baño, la sala de juntas la tienes que tener lista y que ellos estén siempre en su recuperación, también tienes que preguntarles si ya se apadrinaron a cada uno y si están graves y no está su padrino los tienes que escuchar; es decir, que primero son ellos y hasta el último eres tú, junto con los demás auxiliares. El presidente del grupo agregó: “En pocas palabras, eres el gato de los demás”.  Y continuó el tesorero: “Vas a tener el mango del sartén en tu manos, es decir, tú vas a ejercer autoridad sobre los chavos, tú les vas a decir qué es lo que tienen que hacer, pero ten cuidado, muchos por no entender esto se han ido a drogar, no han ejercido el poder correctamente, el sartén lo han usado para darse de golpes en la cabeza, ojalá y no te ocurra lo mismo. Ahora tienes que apadrinarte más porque después del recaído, ustedes son los receptores de neurosis y te puedes resentir con ellos y también es motivo por el que muchos desertan del servicio, te repito, te tienes que levantar primero y acostarte hasta el último y si no alcanzas comida pues dale gracias a Dios que los demás están bien, nosotros los vamos apoyar en todas las decisiones que tomen así que para que no te equivoques mucho comenten todo lo que suceda dentro del grupo”. Con agradecimiento digo que estas fueron las raíces que los compañeros me sembraron en el servicio, cada experiencia que he tenido en cada servicio que se me ha regalado tiene sus propios “fondeos”, pero no tengo otra sino agradecer que se me siga tomando en cuenta. Al final eso de que: “Un muerto ya no exige y tú ya estabas muerto. Estás viviendo horas extras”, jamás dejará de tener vigencia. 



Hay frases que hablan del servicio como: “El que no vive para servir, no sirve para vivir” o “Dormí y soñé que la vida era alegría, me desperté y vi que la vida era servicio, serví y comprendí que en el servicio se encuentra la alegría”, pero yo me quedo con una que siempre escuché de mis compañeros de más tiempo: “Las palabras mueven, pero los ejemplos arrastran”.  Para mí “Liberación” significa todo, ahí recibí el mensaje, ahí se me alimentó emocional y espiritualmente, lo único que he hecho es disfrutar de una nueva forma de vida, me siento afortunado por haber conocido DA.

 Víctor Labastida

Comentarios

  1. hace ya algunos años que Dios me llevo a la Busqueda II, y al leer esta experiencia me conmovio y me fue recordando mis vivencias dentro de DA, me transporto profundamente a revivir y recordar a muchos compañeros, lo que si no me esperaba y me conmovio hasta las lagrimas fue leer al final. Victor Labastida.

    PADRINO le mando bendiciones y un saludo afectuoso y mi mayor agradecimiento.

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