El poder de la palabra.



“Debemos creer en el poder y la fuerza de nuestras palabras.

Nuestras palabras pueden cambiar el mundo”

Malala Yousafzai.



Vivimos una crisis de lenguaje, no tenemos claro el significado de las palabras más importantes, como el amor, la felicidad y muchos otros. Desde hace años hemos llamado a las cosas de un modo conveniente. Hace algunos años nuestra realidad nos permitía cierta certidumbre, la cual ha desaparecido. Por ejemplo, al saludar a alguien, por cortesía, podías preguntar por su familia, por su esposa/o, hijos. En esta época donde predominan los divorcios en las familias, estas preguntas se convirtieron en inadecuadas e incómodas y fueron evolucionando a: Y ¿cómo está tu pareja? ¿Y tu persona especial?

           Es preciso decir que vivimos una crisis de principios. El concepto de ‘principio’ según el diccionario de la Real Academia Española (RAE) es: Norma o idea fundamental que rige el pensamiento o la conducta. Por supuesto, si lo hacemos al revés deja de existir certidumbre, ahora es mi conducta la que dicta mi discurso; mi palabra entonces queda como rehén de mis circunstancias. En cambio, cuando pongo el principio como rector de mi conducta, mis circunstancias no determinan mis palabras, sino que más bien mis palabras describen mi realidad y mis circunstancias. La batalla de la educación tiene como herramienta los valores, las palabras. Si nuestro lenguaje no es claro, nuestros valores tampoco y además están en peligro de desaparecer.

         El lenguaje es matemático, cada palabra es un universo, una realidad. Hoy que hablamos tanto de verdades absolutas, con tanta arrogancia. Nuestra sociedad, nuestra familia y hasta nuestra asociación están formadas por hombres. Donde se asoma el hombre, todo es relativo, porque no hay algo más subjetivo que el hombre. En esa crisis de lenguaje entre los hombres todo es tan relativo, de allí la importancia en sabernos comunicar. Podemos saber muchas cosas, tener incluso hasta títulos universitarios, pero no sabemos comunicarnos porque no lo aprendimos desde pequeños.

         El lenguaje es terapéutico y transforma el pensamiento. Una persona que está lastimada generalmente encontrará el modo de sentirse ofendida ante cualquier acción o palabra de los demás, una persona que ha sanado entiende que las acciones de los que lo rodean muchas veces no tienen que ver con ella, sino con el infierno que vive el de enfrente.

          No solo vivimos crisis de lenguaje, también estamos carentes de pensadores. El pensador es quien transforma la sociedad. Poco reflexionamos en esto, pero es simple: carecemos de pensadores porque no sabemos comunicarnos, la palabra genera pensamiento. Tanto nos insisten en el grupo, y es por algo: “tú no piensas, tú, generas”. Es cierto. La batalla de los principios es la batalla del lenguaje. Tenemos una educación carente de ortografía, caligrafía, gramática y sintaxis.

        Hemos comenzado a usar un lenguaje indeterminado que no dice nada, que no expresa ninguna realidad. Por eso nos cuesta tanto trabajo, cuando llegamos al grupo, alivianarnos, hablar de nosotros. Pese a que estamos facultados por Dios para comunicarnos por medio de la palabra, no sabemos comunicarnos. Se aprende a comunicar, comunicándonos, practicándolo. Nos distingue el egoísmo, en este no caben dos, la comunicación es de dos. Ya después cuando nos apadrinamos sabemos que allí están tres, el invitado principal es Dios. Por esa razón si dejas de apadrinarte, retrocedes.

        Hemos nulificado el valor de la palabra (eufemismo), las palabras ya no se dicen como debieran ser dichas. Al sexo le llamamos amor y hablamos tanto del sentimiento. El amor más que un sentimiento es un compromiso que emana de la voluntad. Gracias a la palabra dentro del grupo hemos podido entender tres rasgos del amor, me refiero al amor de pareja:

1)   Es exclusivo;

2)   es eterno;

3)   es Incondicional.


         Basta recordar cómo llegamos a un grupo para darnos cuenta de nuestra incapacidad en comunicarnos. Pero aquí me enseñaron a utilizar la palabra para comunicarme, liberarme, amarme y amar a los demás. Nos enseñaron tres aspectos fundamentales del amor:

1)   Obediencia. Nadie puede solo, necesita de los demás. Sí, tienes necesidad de hablar, pero también tienes necesidad de escuchar. Nos hemos drogado y hecho tanto daño a los demás por no escuchar y por lo tanto, por no obedecer. El amor es obediencia. Cuando un nuevito está de necio que se quiere ir, duele no hacerle entender que lo amamos, que si es capaz de obedecer su vida va a cambiar.

2)   Sacrificio. Más bien, ofrendar. No hay amor sin ofrenda, sin renuncia. En DA te amamos, nos lo repiten insistentemente, pero es necesario que sacrifiques y ofrendes algo para que este programa opere en ti. Es como en el amor de pareja, si quieren que las cosas marchen bien, deben de ofrendar y ofrecer su fidelidad al ser amado. Si no sacrifican esto, allí habrá problemas.

3)   Compartir. Esta palabrita que tanto decimos en nuestra jerga, ‘compartir’, con el paso del tiempo, la olvidamos. Hasta nuestro Compendio habla que “…compartimos nuestras experiencias de dolor y de superación”. En el compartir no solo damos, también recibimos. En ese compartimiento se dan los milagros. Nosotros mismos, somos testimonio de los prodigios del compartimiento. Si observamos, no podríamos compartir sin la palabra. Pero como muchos de los bienes naturales, ¿compartimos o impartimos? Cuando dejamos de compartir, impartimos y es donde nos extraviamos. 

       En el grupo tenemos la libertad de hablar lo que sentimos, lo que nos duele, lo que hemos callado. Incluso, en la fábrica de chalecos y de palabras, que es la sala, nada está prohibido, solo el prohibir. Cómo nos ama Dios, que podemos decir: “habla lo que gustes, lo que te duele, ponte bien”. En el grupo se nos enseña a comunicarnos. La comunicación comienza por escuchar, así aprendimos a hablar; por eso la lectura es otra forma de escuchar y la escritura es otra forma de hablar. La comunicación nos dará la armonía entre lo que soy, lo que pienso, lo que digo y lo que hago.

       Termina un año más, cada vez tenemos mayor acceso a tanta información por las redes sociales. Cada vez escuchamos la palabra de tantos desconocidos que se han filtrado y se han metido hasta la cocina de nuestra casa. En medio de este mar de palabras que nos confunden, necesitamos recordar el ideal del Undécimo Paso: “Buscamos a través de la oración y la meditación mejorar nuestro contacto consciente con Dios…” Si platicamos con Él, nos escucha, abre la puerta para recibirnos como buenos Pródigos: “Bienvenido hijo, te tardaste un poco en acudir a Mí, pero, pásale…”



Con cariño…

Israel Cervantes.

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