Limpiando
de escombros el pasado.
Es un placer estar de nuevo
con todos ustedes. Me llena de alegría tener la bendición de poderme dirigir a
ustedes por medio de La Gaceta de Drogadictos Anónimos, A.C., y espero que lo
que hoy escriba pueda contribuir con un granito de arena que sirva en la
reflexión de su vida diaria, porque sé del empeño y esfuerzo que al igual que
yo ponen para estar constantemente buscando el tan deseado equilibrio
emocional, y que bien sabemos que para lograrlo es necesario recurrir a la
comunicación con Dios, la participación en la tribuna, la comunicación
constante con nuestro padrino y de otros ingredientes importantes como la
humildad y el estar enteramente dispuestos a una acción constante de nuestros
principios espirituales.
¿Pero, por qué es tan
importante estar en constante comunicación? Porque al repasar nuestro pasado y
nuestro presente es como lograremos identificar en dónde, cuándo y cómo es que
nos hemos equivocado y a partir de ahí lograr reconstruir y edificar una nueva
vida en la que podamos gozar de una vida útil y feliz.
Cada uno de nosotros tiene
su propia historia de vida, pero no podemos dejar de lado que nosotros somos
calcas al carbón y muy parecidos en relación a nuestros pensamientos, emociones
y en nuestra forma de ser, esto es lo que nos identifica porque quién no ha
sentido en algún momento resentimiento, frustración, complejos, no aceptación,
miedo, la presencia de los defectos de carácter y en algunos casos hasta deseos
de ya no vivir. Nuestro pasado es el detonante de estos pensamientos y
emociones; sin embargo, mucho de lo que ya vivimos, es historia, ya pasó y
seguimos atrapados en esos acontecimientos que no nos permiten vivir el
presente plenamente.
Cuando alguien pasa por una
pérdida afectiva, muerte de un ser querido, separación o distanciamiento, el
dolor es tan fuerte que de algún modo la persona quiere no perder algo, al
menos el recuerdo, los que están a su alrededor intentan ayudarle a que olvide
el “mal momento” o la “mala persona” que los dañó. Pero el que vive la pérdida necesita
un tiempo para entender y aceptar que el otro ya no está.
Pocas personas tienen la
capacidad de darse cuenta que el momento es ahora, que el presente es
inevitable, para dejar el pasado tenemos que enfrentar el presente, que el
momento de la pérdida suele ser terrible. Imaginen que alguien que tenía su
familia armada, de repente se queda sin ella porque uno de los miembros decidió
dejar el proyecto o muere. ¿Qué presente es ese? El de sentirse roto,
partido... ¿Quién quiere ese presente y empezar de nuevo? Nadie por supuesto,
ante eso lo que queremos es huir, huir de la ausencia y un modo de hacerlo es
recordar y recordar, entonces nos enojamos con él, con ella o con la vida, y la
perpetuamos recurriendo a los recuerdos.
Lo peor es que nosotros somos
los que nos aferramos a ese pasado y no lo queremos soltar porque es una forma
conveniente de seguir viviendo como víctimas y que los demás se sigan
compadeciendo de nosotros por falta de determinación y valor para enfrentar y
superar lo que ha pasado en nuestras vidas y que bien nos puede servir para
madurar y crecer como ser humano, el problema es que no nos damos cuenta de que
cuando nosotros decidimos no soltar ese pasado que nos hace infelices en el
presente y nos ha hecho infelices toda la vida, también hacemos infelices a los
que nos rodean y sobre todo a los que nos aman.
Nosotros sabemos que la
felicidad es una decisión personal y que no somos responsables de la felicidad
o infelicidad de los demás; sin embargo, también es importante saber que una
carcajada vale más que una hora de yoga, que la alegría del alma sana el
cuerpo, y renueva la vida cada día, bendice los espacios en los que vivimos y
uno de esos espacios puede ser nuestro hogar, redime las penas que sufrimos en
privado, en la familia, en la sociedad; la alegría existe en los incidentes de
la vida diaria, tenemos que percibirla y recogerla para disfrutarla con amor,
sé que es difícil y complicado pero a pesar de las penas se puede seguir siendo
feliz.
Del santo Evangelio según
san Lucas 6, 46-49
¿Por
qué me llamáis: Señor, Señor, y no hacéis lo que digo? Todo el que venga a mí y
oiga mis palabras y las ponga en práctica, os voy a mostrar a quién es
semejante: Es semejante a un hombre que, al edificar una casa, cavó
profundamente y puso los cimientos sobre roca.
Al sobrevenir una
inundación, rompió el torrente contra aquella casa, pero no pudo destruirla por
estar bien edificada. Pero el que haya oído y no haya puesto en práctica, es
semejante a un hombre que edificó una casa sobre tierra, sin cimientos, contra
la que rompió el torrente y al instante se desplomó y fue grande la ruina de
aquella casa.
Quizá muchos de nosotros no
hemos hecho lo que es correcto y hoy nos damos cuenta que cuando llegó esa
inundación nuestra casa o nuestros proyectos quedaron en ruinas. No todo está
perdido porque a pesar de eso siempre tenemos una oportunidad más y podemos
reconstruir nuestro proyecto, primero se tiene que quitar del predio todo el
escombro (resentimientos, frustraciones, defectos de carácter, etc.) y hacer un
buen cálculo para que se pongan los cimientos en los que descansará nuestra
nueva construcción (valores, oración, amor) y una vez que estén los cimientos
iniciar con confianza la construcción de nuestra nueva casa.
Tenemos que dejar nuestro
pasado para poder ser felices en la actualidad, tenemos que quitar los
escombros que nos han impedido vivir confraternalmente con cada uno de los que
nos rodean.
Paulino Sánchez Ávila.
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