Reparación de daños. 


Dañar significa: Causar detrimento, perjuicio, menoscabo, dolor o molestia; maltratar o echar a perder algo, según el diccionario de la Real Academia Española. Pues bien, nuestro Noveno Paso nos pide reparar el daño a todas las personas que nos sean posible, siempre y cuando el hacerlo no perjudique a ellos o a otros.   


También dice que la verdadera esencia de este paso es asumir la responsabilidad de nuestros actos pasados y del bienestar de otros. ¡Vaya tarea! Se dice también en la filosofía popular que nadie da lo que no tiene, ciertamente es así, por lo que, para empezar esta tarea de solo por hoy y para toda la vida, hay que empezar por uno mismo, como bien reza el refrán: el buen juez por su casa empieza.  La mejor manera es empezar a hablar –perdonándose-, de todo ese daño que uno se causó por el malestar que sentía por la vida en general; hablar de nuestros resentimientos vengativos con la familia y amigos, y de todo aquello que nos hizo sentir rencor y deseos de venganza. 


Cuando se tiene poco tiempo dentro del grupo, la mejor manera para prepararse para esta bonita aventura del auténtico amor, es reconciliándose con ese a quien tanto se odió, con ese a quien tanto daño se le causó, con ese a quien tanto se le ofendió, con ese a quien de muchas maneras se le quiso matar porque siempre nos estaba molestando; sí, no te equivocas, ese alguien con quien casi siempre estuvimos en continua lucha por destruir es ni más ni menos que tu mismísima persona. ¡Qué absurdo! El mundo pugna por tener la razón, los hombres se matan por tener el poder, algunas personas son capaces de lo que sea con tal de poseer riqueza material, y nosotros   buscando por todos los medios destruirnos a través del odio, del rencor, de la envidia y de todos esos defectos que son obstáculos para que el alma viva en paz; ¡qué absurdo!, todos pelean contra todos y nosotros peleamos con nosotros mismos.


Para iniciar esta tarea no se requiere de haber terminado el inventario personal –el Cuarto Paso–, lo urgente es empezar ya, aquí no entra el conocimiento, la cautela ni la habilidad, menos la condición de ser integrado, albergado o servidor, es simplemente armarse de valor para hablar de eso que tanto tiempo se ocultó, de eso que algunas veces creímos llevárnoslo a la tumba. Algunas veces se sentirán deseos de abandonar el esfuerzo, porque el hecho de enfrentarse con ese a quien se lastimó y dañó de manera cruel no es nada fácil, pero es claro que la reparación de daños tiene que empezar con uno mismo. Si hay algo o alguien de quien debemos apoyarnos en cada paso que se dé respecto a la reparación de daños es con nuestro padrino y con Dios mediante la oración.

A medida que se persevera en trabajar y repasar nuestros historiales, los resultados no se harán esperar, muy pronto empezaremos a sentir la paz que da el hablar del daño que nos hemos causado a nosotros y a los demás. Seguramente que el sentirnos parte de los demás y que nuestras vidas empiecen a tener un significado diferente serán los primeros frutos.   



Algunos se preguntan: ¿a qué tiempo es recomendable empezar a reparar daños a otras personas?, lo más recomendable es después de haber terminado nuestro inventario moral, y después de estar seguros de que con nuestras conductas y con nuestro ejemplo estamos convenciendo a los demás que estamos cambiando a algo mejor; por supuesto que para estar seguros de dar los siguientes pasos es necesario preguntar a nuestros padrinos y exponer el caso, ya que cada persona y caso es diferente.  


Ahora bien, les hablaré de dos casos en los que tuve la oportunidad de reparar daños, esas personas no son parte de mi familia, y en cada situación tuve respuestas diferentes, pero como he dicho, la oración y la comunicación constante me ayudaron a enfrentar cada situación con cierta tranquilidad. 


El primer caso fue con una persona que, por respeto y cuidando su integridad, omitiré el daño que le causé. Anteriormente ya había pedido perdón a mi madre por el daño que le había causado, y la experiencia fue por demás inolvidable y tranquilizadora para el espíritu; por lo que decidí preguntar a mi padrino si ya podía pedirle perdón a esta persona y tratar de reparar el daño que le causé, me dieron sugerencia y me preparé para lo que viniera. No niego que había ciertas dudas y temores al rechazo, muchas preguntas me robaban la tranquilidad del ánimo, pero finalmente ya había iniciado esta tarea en búsqueda de estar en paz conmigo mismo y el mundo que me rodea.


Durante algunos días estuve observando y esperando el momento en que ella pudiera estar sola para abordarla y hablarle de mi intención; finalmente el momento se dio, tímidamente y con cierto temor me acerqué y le pedí que si podía hablar con ella a solas, me respondió que sí, entonces, le hablé brevemente del programa y sin más le dije, vengo a pedirte que me perdones por el daño que te causé; su cara no se me olvida, parecía como si estuviera entre enojada, sorprendida y confundida, guardó silencio por un momento y casi con lágrimas en los ojos me dijo: “Ya no me hagas más daño, te ruego que te alejes de mí y de mi familia, ya no queremos verte jamás, ya déjanos en paz”, dio la media vuelta y se fue dejándome como paralizado… reaccioné pronto y me fui un tanto decepcionado y frustrado. 


Me acerqué a comunicarle a mi padrino lo sucedido, le dije que me sentía de lo peor y que los sentimientos de culpa nuevamente me hicieron sentir repugnancia de mí. Él me tranquilizó y me dijo que los resultados no me corresponden, que finalmente hice lo correcto y que ya no quedaba en mí, me pidió hacer oración por ella y que me pusiera en paz hablando mi historial respecto al daño causado.
  

La segunda situación fue diferente, yo ya estaba casado y tenía seis años dentro del grupo; la persona que seguía en mi lista era un hombre que al menos tres veces le robé en su tienda de abarrotes. Mi situación económica no era buena, pero cada vez que pasaba por su casa el recuerdo del daño me pedía a gritos ponerme en paz. Por lo que pregunté a mi padrino si podía abordar a esta persona, confieso que lo hice con ciertas dudas ya que la experiencia anterior no se me olvidaba y había ciertos recelos. Mi padrino me dio sugerencia de reparar el daño y, pues, no había otra cosa que hacer más que ponerle acción. Antes de ponerle acción, le comenté a mi esposa lo que quería hacer, y le pedí me ayudara porque yo había pensado darle un poco de dinero semanal a este hombre para reparar el daño que le causé, ella me apoyó en esta tarea.  


Aproximadamente eran las dos de la tarde, el hombre estaba afuera de lo que había sido su tienda de abarrotes, amablemente le saludé e iniciamos un diálogo superficial hablando de cosas vanas, me preguntó por mi esposa e hija y cosas de ese tipo. Le pedí que si podíamos entrar a su casa porque quería hablar de algo delicado con él, me dijo que sí, y entramos.


Ya dentro de la casa le hablé del programa, le dije que estaba tratando de reparar los daños que había causado en mi etapa de drogadicción, que el motivo de mi visita era la de pedirle perdón por el daño que la causé con mis robos; le dije también que no contaba con mucho dinero pero que yo me comprometía a darle semanalmente 50 pesos –hace 22 años–, y que en lo que pudiera lo podía ayudar. Después de hablarle de lo que quería hacer sentí alivio. Él me dijo que lo entendía, que comprendía que las cosas que hice fue porque estaba drogado y que además era joven; que me perdonaba por lo que le había hecho y que aceptaba lo que me había comprometido a darle, para mi sorpresa me dijo: “Yo también te pido perdón por aquella vez que te amenace con pistola en mano, sucede que ya estaba harto de lo que me hacías”.  Sentí un poco de vergüenza porque no solamente me recordó eso, sino que sacó otras cosas que no creo conveniente escribir. Antes de irme le hice algunas reparaciones eléctricas en su casa y me fui con el corazón satisfecho y con el espíritu en paz.  


Esta tarea de reparar daños no es fácil, pero para mí ha sido una experiencia más que bonita, le ha dado un significado diferente a mi manera de ver la vida, comprender que perdonar y pedir perdón es la clave para mantener buenas relaciones interpersonales. En este andar he puesto en práctica -el Noveno Paso- en muchos momentos y con muchas personas, pero sin duda, la mejor experiencia fue la de pedirme perdón a mí mismo y reparar el daño que me causé; cambiar mi manera de pensar, del fatalismo al optimismo, del no se puede a lo voy a intentar, de la inconformidad a la gratitud y otros más, me han hecho vivir de una manera diferente; hoy día, el haber reparado daños que yo mismo me causé, me permite aceptarme y amarme como soy, no hay necesidad de querer agradar a los demás, ya no hay necesidad de aparentar, ya no hay necesidad de luchar por lo que se acaba, finalmente comprendo que la felicidad consiste en ser yo mismo.  


Finalmente, reparar daños es por demás una experiencia espiritual, saber que estoy en paz con Dios, conmigo mismo y con los demás es algo verdaderamente extraordinario y mágico.     

Sinceramente: Artemio Manzano.

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